martes, 9 de julio de 2013

Inexcusable





En un país de letras las mayúsculas cuidaban con esmero a las minúsculas, en un divertido día de campo. Tenían problemas con la o, que traviesa, le gustaba rodar por todos lados. La h, era la encargada de poner énfasis en los ahh y ohh de sorpresa y también era solidaria con las letras que temían caminar solas y de esa forma se le veía ir campante entre dos vocales.
En el país vecino los signos envidiaban su libertad, y ladinos, pensaron aprisionarlas. Sigilosamente se acercaron y cuando ellas dormían, secuestraron a la i por ser la que tiene el tono más agudo. La llevaron amordazada entre dos paréntesis hasta un cercado formado por signos de admiración y líneas de puntos suspensivos y ahí le quitaron la mordaza. La i se prolongó formando un grito angustiado que escucharon todas las demás letras, ocasionando que sus líneas se estremecieran y salieran corriendo en busca de su compañera.
Ingenuas entraron al cercado y detrás de ellas, los signos de interrogación se enlazaron formando una cerradura a la que un punto le puso llave. Desde ese entonces algunas han conseguido liberarse, pero nunca faltan las que todavía son custodiadas por los signos.




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