Cuánto silencio, cuánto, acompañaba mis pasos solitarios. Era un silencio íntimo, nada tenía que ver con el canto de las montañas que circundaban los campos. Ni con la alharaca de la bandada de pájaros, y mucho menos con el aullido del coyote a lo lejos. Era un silencio que acallaba las voces, giraba en redondo y desvanecía el verde de los árboles. Compartía conmigo la frialdad del invierno que se iba instalando en mis oídos y en mis manos. No respetaba a la primavera a pesar de que ella vestía los campos con estallidos de color que me parecía, se desleían y mezclaban como los tonos de los árboles.
Si no pudiera contar moriría asfixiada con tanta gente, con tantos pájaros en vuelo que viven dentro de mí, esperando el momento para ser protagonistas un instante en la imaginación de alguien más y morir después, satisfechos.
lunes, 8 de julio de 2013
El abrazo del silencio
Cuánto silencio, cuánto, acompañaba mis pasos solitarios. Era un silencio íntimo, nada tenía que ver con el canto de las montañas que circundaban los campos. Ni con la alharaca de la bandada de pájaros, y mucho menos con el aullido del coyote a lo lejos. Era un silencio que acallaba las voces, giraba en redondo y desvanecía el verde de los árboles. Compartía conmigo la frialdad del invierno que se iba instalando en mis oídos y en mis manos. No respetaba a la primavera a pesar de que ella vestía los campos con estallidos de color que me parecía, se desleían y mezclaban como los tonos de los árboles.
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